El juicio contra Assange: «El poder necesita la oscuridad»
"Julian Assange, al defender con valentía las creencias políticas que la mayoría de nosotros decimos compartir, ha prestado un gran servicio a todos los pueblos del mundo que aprecian los valores de la libertad y la democracia"
El pasado 1 de octubre terminaron en Londres las audiencias encaminadas a dictaminar la extradición a Estados Unidos de Julian Assange –calificadas como una “farsa” por algunos juristas, diplomáticos y periodistas de reconocido prestigio.
Quienes creemos en la libertad de expresión y la necesidad de respetar el derecho internacional esperamos con preocupación el dictamen de la nada imparcial jueza del caso, la británica Vanessa Baraitzer, previsto para el 4 de enero de 2021.
Hasta entonces, queremos recordar las palabras del académico Noam Chomsky dirigidas al tribunal de Westmister en defensa de Assange:
Informe pericial del profesor Noam Chomsky para el caso del Gobierno de los Estados Unidos contra Julian Assange
“[…] Me han preguntado si el trabajo y los actos de Julian Assange podían considerarse “políticos”, cuestión que, según parece, podría tener una importancia crucial para su extradición a Estados Unidos, país que pretende juzgar a Assange acusado de espionaje por haber desempeñado un papel en la divulgación de información que el gobierno de Estados Unidos no deseaba hacer pública.
Ya he comentado con anterioridad cuál es mi opinión sobre el tema que se me pregunta ahora. Los siguientes párrafos constituyen mi punto de vista. Confirmo mi valoración de que las opiniones y acciones del Sr. Assange deben entenderse en relación con las prioridades del gobierno.
Un profesor de ciencias políticas de la Universidad de Harvard, el prominente politólogo liberal y asesor del gobierno Samuel Huntington, observó que «los estrategas del poder en Estados Unidos deben crear una fuerza que pueda sentirse pero no verse. El poder se mantiene fuerte cuando permanece en la oscuridad. Cuando se le expone a la luz solar, comienza a disiparse”. Huntington dio algunos ejemplos significativos de la verdadera naturaleza de la Guerra Fría. Al hablar de la intervención militar estadounidense en el exterior comentó que «a veces tiene que vender la intervención o cualquier otra acción militar de modo parezca que estamos luchando contra la Unión Soviética. Esto es lo que lleva haciendo Estados Unidos desde la Doctrina Truman” y hay muchos ejemplos de este principio rector.
Las acciones de Julian Assange, que han sido tachadas de criminales, son acciones que sacan a la luz el poder, acciones que pueden hacer que el poder se disipe si la gente aprovecha la oportunidad de convertirse en ciudadanos independientes de una sociedad libre en lugar de someterse dócilmente a un amo que actúa en secreto. Esta fue la decisión de Assange y desde hace mucho tiempo se sabe que el pueblo tiene la capacidad de desvanecer el poder.
Un destacado pensador que entendió y explicó esta realidad fundamental fue David Hume, quien escribió sobre los Principios del Gobierno en una de las primeras obras modernas de teoría política hace más de 250 años. La redacción que usó fue tan clara que me limitaré a citarle textualmente. Hume descubrió que «nada sorprende más que ver la facilidad con que la mayoría es gobernada por unos pocos y observar la sumisión implícita con la que los hombres han entregado sus propios sentimientos y pasiones a la voluntad de sus gobernantes. Cuando nos preguntamos de qué manera pudo haber sucedido esta maravilla vemos que, estando la fuerza siempre del lado de los gobernados, los gobernantes no tienen nada que los apoye excepto la opinión. Decir que un gobierno está justificado es, pues, sólo una cuestión de opinión y esta máxima se extiende tanto a los gobiernos más despóticos y más militarizados como a los más liberales y populares”.
De hecho, Hume subestima la efectividad de la violencia, pero sus palabras son particularmente relevantes en el caso de sociedades en las que la lucha popular de muchos años ha logrado conquistar un grado considerable de libertad. En tales sociedades, como la nuestra, por supuesto, el poder está de hecho del lado de los gobernados y los gobernantes no tienen nada que los apoye excepto la opinión. Ésta es una de las razones por las que la enorme industria de las relaciones públicas se ha convertido en la mayor agencia de propaganda en la historia de la humanidad, una influencia que ha crecido y alcanzado sus formas más sofisticadas en las sociedades más liberales, Estados Unidos y Gran Bretaña. Esta institución nació hace aproximadamente un siglo, cuando las élites se dieron cuenta de la libertad que se había conquistado hacía imposible controlar a la población por la fuerza, y que por tanto era preciso controlar las actitudes y las opiniones.
Las élites intelectuales liberales también entendieron esto, por lo que insistieron –echando mano de otras citas– en que debemos deshacernos del «dogmatismo democrático según el cual las personas son los mejores jueces de sus propios intereses». No es así. Son «intrusos ignorantes y problemáticos» y, por tanto, hay que «ponerlos en su lugar» para no molestar a los «hombres responsables» que gobiernan por derecho propio.
Una de las formas de controlar a la población es actuar en secreto para que los intrusos ignorantes y problemáticos se queden en su sitio, alejados de los mecanismos de poder que no les conciernen. Este es el principal objetivo cuando se clasifican los documentos internos. Cualquiera que haya rastreado los archivos de documentos que se han hecho públicos se dará cuenta rápidamente de que lo que se mantiene en secreto rara vez tiene que ver con la seguridad, excepto con la seguridad de los gobernantes ante su enemigo interno, la propia población. La práctica es tan común que resulta bastante superfluo ilustrarla. Solo mencionaré un caso contemporáneo.
Si observamos los acuerdos comerciales mundiales, el del Pacífico y el del Atlántico, veremos que en realidad son acuerdos sobre los derechos de los inversores disfrazados de libre comercio. Se negocian en secreto. Existe una disposición para una ratificación parlamentaria al estilo estalinista, sí o no, lo que por supuesto significa que sí, sin discusión ni debate, lo que en Estados Unidos se denomina aprobación por la «vía rápida». Para ser precisos, no se negocian completamente en secreto. Los hechos son conocidos por los abogados corporativos y los cabilderos que redactan los detalles de modo que protejan los intereses del partido que representan y que, por supuesto, no es el público. El público, por el contrario, es un enemigo al que debe mantenerse en la oscuridad.
El supuesto crimen de Julian Assange, al esforzarse por descubrir secretos gubernamentales, es violar los principios básicos del gobierno, levantar el velo del secreto que protege el poder de miradas ajenas y evita que se disipe pues, digámoslo de nuevo, los poderosos entienden que levantar el velo puede hacer que el poder desaparezca. Incluso puede conducir a una auténtica libertad y democracia si un público despierto llega a comprender que la fuerza está del lado de los gobernados y que puede ser suya si deciden controlar su propio destino.
En mi opinión, Julian Assange, al defender con valentía las creencias políticas que la mayoría de nosotros decimos compartir, ha prestado un gran servicio a todos los pueblos del mundo que aprecian los valores de la libertad y la democracia y, por lo tanto, exigen el derecho a saber lo que están haciendo sus representantes electos. Esas mismas acciones son las que le han llevado a sufrir una persecución cruel e intolerable.
Nota: la recogida de firmas contra la extradición de Assange sigue abierta en https://rsf.org/en/free-assange