Keiko versus Keiko, su tercer intento en una década

De su ingreso en la política como joven primera dama al liderazgo de Fuerza Popular, la candidata ha ido ganando pericia y acercándose al poder en las últimas elecciones, pese a cuestionamientos y rechazos por el pasado y su trayectoria.

¿Democrática o autoritaria? Keiko Fujimori enfrenta su tercera oportunidad de ser presidenta del Perú con mochila propia. Desde su aparición como hija de Alberto Fujimori hasta liderar un partido que controló el Congreso y luego caer en prisión, se ha perfilado una Keiko que fue replegando cierta afabilidad por la dureza más reciente.

Hoy su calidez y faceta bromista aparecen en momentos de distensión y contrastan con la severidad que marca en su función de lideresa política, según coinciden sus colaboradores y excolaboradores consultados.

“Cuando la conocí era muy paciente, como se le veía en entrevistas. Ahora igual, no sé cómo ha cultivado esa paciencia porque a veces en la calle le gritan cosas y ella tranquila”, dice uno de los colaboradores.

“En prisión la he visto reflexiva y hablamos de las cosas que sí hicimos mal. La he visto llorar también. Salió con otro ánimo. Ha hecho un mea culpa”, añade.

“En esencia, no ha cambiado. Es tranquila, paciente, muy bromista, se preocupa por el equipo. Sí se molesta a veces, algunas actividades no salen como se quiere y se pone firme, llama a cada uno a llamar la atención. Ha aprendido de errores”, dice.

Si no hubiera sido por las desavenencias de Alberto Fujimori, probablemente Keiko estaría ahora en Estados Unidos con una vida alejada de la política. Ya estaba estudiando allá administración en 1994 cuando su padre la hizo volver para ser primera dama. Después de caer el régimen, se casa con Mark Vito, sigue un posgrado en el país norteamericano y empieza su vida allá cuando Fujimori es arrestado en Chile, en el 2005.

“Yo tenía mi vida hecha en Estados Unidos, hasta que mi papá decide viajar a Chile y me llamó. Le pregunté a Mark y me acompañó en eso”, ha contado Keiko, según alguien cercano.

Atrás estaba la etapa en que aparecía dirigida por el padre y luego mostraba algunas diferencias, pero igual danzaba el Baile de Chino para su re-relección.

Con el padre detenido, ella insistía en no tener la política en sus planes. Sin embargo, por pedido del padre, encabeza la lista congresal el 2006 y resulta la legisladora con más votos.

Como parlamentaria no destacó y recobró protagonismo cuando en el 2009 el Poder Judicial condenó a su padre. “¡No pararemos hasta lograr la libertad de Alberto Fujimori¡”, gritó.

Nació el proyecto de un nuevo partido. Aún joven, ella tuvo que enfrentar otros liderazgos para unificar el fujimorismo.

“Recuerdo su primer mitin en el 2010 y ella salía con un papel en la mano leyendo, se le notaba nerviosa. Ahora es otra cosa”, recuerdan en su entorno.

En el 2011, pasó a segunda vuelta con un 20% de respaldo y fue derrotada por Ollanta Humala. Fue un golpe duro para ella. Desplegó un trabajo esmerado para reintentar: viajes a provincias, conferencia en Harvard, repliegue del fujimorismo de los noventa y moderación.

En el 2016, su segundo intento le dio una aplastante mayoría en el Congreso, pero volvió a perder, por poco margen, ante Pedro Pablo Kuczynski. Allí empezó otra etapa y muchos apuntan a un lado revanchista de la actual candidata.

“La veía mucho más amena de lo que es en pantalla en temas personales, pero en temas políticos sí tenía un carácter dominante y a veces también tajante”, cuenta un excolaborador.

“Ellos decían que Kuczynski les había robado la elección y tenían que ir contra él”, dice la excongresista Yesenia Ponce, que estuvo en sus filas. Ponce fue grabada cuando contaba que Keiko le negó un proyecto de ley beneficioso para Áncash solo porque daría réditos políticos al gobierno de Kuczynski.

“Un grupo cercano seguía pensando que la elección se le robó. Ella estaba de acuerdo con eso”, anota un excolaborador.

Keiko ha pedido perdón y sus críticos no le creen. Ha dicho que quiere limpiar el apellido desprestigiado desde los noventa y por la crisis política del último quinquenio en el país.

“Eso mismo me dijo a mí y por eso me uní a su equipo, pero no era cierto”, ha contado el expresidente del Congreso Daniel Salaverry, otrora exfujimorista.

El caso Odebrecht la llevó a prisión y salió asegurando que haría una pausa de la política. El Tribunal Constitucional sacó un fallo a favor de su libertad. Hoy tiene la condición de acusada. Ella ha dicho que la prisión la ha marcado y se ha arrepentido de sus errores. Hasta allí nomás. Enfrentó gran rechazo y vuelve a acercarse al poder.

Claves
Trayecto. Tiene 46 años, dos hijas, estudió para administradora e hizo un posgrado en Estados Unidos. Ha sido primera dama, congresista y tres veces candidata presidencial.

Respaldo. En la segunda vuelta del 2011, tuvo 7 millones 490 mil 647 votos. En el balotaje del 2016, alcanzó 8 millones 555 mil 880 votos. (LR)

Diario Perú

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